Esta no es una conversación de domingos al mediodía en un almuerzo familiar. Hablar de drogas y sexo es un tema tan tabú en nuestra cultura que le hemos cedido el paso a la desinformación.
Es por eso que nos fuimos para el Festival de Artes Eróticas en Medellín y encontramos un colectivo de personas que disfrutan compartir y explorar el erotismo en su máxima expresión.
Allí conocimos a Oscar Tamayo, o Severina, nombre que hace alusión a su alter ego.
Severina se dedica, por pasión, a la música, al arte y al erotismo. Trabaja con sexualidades alternativas, fetichismo y BDSM (Bondage; Disciplina y Dominación; Sumisión y Sadismo; y Masoquismo). Durante años le ha apasionado estudiar el sexo, más allá de practicarlo pues se autodenomina una persona asexual.
En su conversatorio “Farmatopia y Transgresión” quiso abordar el tema desde un enfoque foucaultiano, sin ánimo de generar juicios y con un fuerte llamado a la libre elección.
Más allá de hablar de drogas y sexo, en este conversatorio nos adentramos a esferas aún inexploradas dentro de lo que se conoce como prácticas chemsex.
Pero ¿qué es el Chemsex?
En pocas palabras, el Chemsex hace referencia al uso de sustancias psicoactivas con el fin de tener relaciones sexuales en pareja o en grupo durante largos periodos de tiempo (horas y hasta días).
Originalmente quienes practicaban el Chemsex eran hombres que tenían relaciones sexuales con otros hombres. Sin embargo, es una tendencia que está cambiando y le ha abierto las puertas a otros géneros que también quieren experimentar.
Si bien esta práctica se remonta hacía los años 90 en Europa y más específicamente en Inglaterra, es un tema que merece ser objeto de estudio. Estas nuevas tendencias de consumo de drogas asociadas con una actividad sexual han generado polémica desde el panorama social, político y médico.
De acuerdo con Severina, el Chemsex se ha hecho visible en las esferas sociales por lo estrambótico y fascinante que resulta mezclar el placer con el frenesí.
Sin embargo, el morbo mediático ha expuesto el Chemsex como una práctica peligrosa que debe ser erradicada.
Una desinhibición del placer
La idea principal del Chemsex es vivir experiencias altamente placenteras y de desinhibición, efecto causado por las drogas.
Los participantes suelen acceder por medio de aplicaciones móviles e incluso hay un código ya estructurado, representado por emojis, que permite identificar quién es el dealer y el tipo de droga que se quiere consumir.
Por lo general, las reuniones se hacen en fiestas privadas, grupos de sexo y en tiempos de pandemia han optado por hacer encuentros en casas de alquiler o de algún participante.
Quienes asisten a estas citas suelen llevar a cabo escenarios como el fisting, doble penetración o prácticas sadomasoquistas.
Las drogas más utilizadas para este tipo de encuentros son las metanfetaminas, ya que quitan el sueño y aumentan el erotismo. También son usadas otras como: GHB/GBL, mefedrona, cocaína, popper, ketamina, speed, éxtasis y fármacos para favorecer la erección.
“La idea es usar drogas que te den cierta euforia, el subidón y que te desinhiban, pero sin perder el control… El paquete completo”, asegura Severina.
Sin embargo, ese mundo ideal donde todos logran mantener el control no existe, y es ahí donde termina siendo una práctica socialmente rechazada.
Yonqui vs homosexual
Aunque suena paradójico que personas del Siglo XX hablen de problemáticas que conciernen más al siglo XXI, este fenómeno no es exclusivo de los millennials y se remonta a la antigüedad.
Severina asegura que estamos inventando términos de algo que casi ni conocemos, pues las dinámicas han cambiado. Hablamos de algo que va más allá del sexo y de las drogas, una forma de protesta a la heteronormatividad, resistencia, liberación y un deseo de sobrepasar nuestros propios límites.
De acuerdo con Mauricio Sepúlveda, psicólogo, investigador y activista chileno, como sociedad juzgamos a quienes ejercen estas prácticas bajo 3 conceptos: no usa preservativo, folla como animal y se droga como un yonqui. Sin embargo, la idea de esta práctica es generar espacios de disfrute seguro, es decir, promover el uso del condón y el consumo moderado de las drogas.
Durante el conversatorio, Mauricio ejemplificó la escena donde convergen un yonqui y un homosexual, escena que con solo nombrarla resulta problemática, socialmente hablando.
Desde una mirada filosófica, vale le pena mencionar a Focault, quien habla en su discurso de las represiones sexuales en la antigua Grecia y el deseo del hombre por sobrepasar la norma. Por consiguiente, la necesidad del hombre por romper con lo políticamente establecido lo lleva a comportarse de manera libertina, deliberante y a buscar con urgencia la libertad.
Es ahí donde el Chemsex se convierte en una forma de transgredir la norma, escapar de la realidad y las prácticas sexuales socialmente impuestas.
Uso inteligente de las drogas
El Chemsex es una práctica sexual que lleva más de 5 años siendo parte de la comunidad LGTBI en Colombia.
Médicos y activistas han hablado abiertamente de los peligros a los que están expuestos quienes practican el Chemsex. Sin embargo, se han creado organizaciones, que, aunque para muchos sea escandaloso, promueven el uso inteligente de las drogas.
Échele Cabeza es una de las más conocidas en Colombia. Por medio de un estudio determinaron que el país necesita con urgencia estrategias para reducir los riesgos relacionados con esta práctica. Riesgos como la adicción, la alta exposición al VIH y otras enfermedades, infecciones, lesiones, problemas físicos y psicológicos.
De acuerdo con el grupo de estudio, el 20% de los participantes son mujeres, lo que quiere decir que este fenómeno va en aumento y está abarcando el género femenino.
Se comprobó también por medio del estudio que va más allá de estratos sociales y nivel de escolaridad. Quienes más recurren a estos encuentros son personas entre los 20 y 30 años, profesionales y con un estrato socioeconómico medio alto.
Más allá de generar una barrera, la responsabilidad social de este colectivo es velar por la salud de quienes ven en el Chemsex otra forma de expresar su sexualidad. De hecho, se encargan de testear las drogas e informar sobre las dosis adecuadas para su consumo.
Échele Cabeza argumenta que las sustancias utilizadas están relacionadas con la maximización del placer, la duración, la erección, la dilatación y la disminución del dolor. Esto hace que sean prácticas que se quieran repetir y es por eso que es mejor trabajar por educar y reducir los riesgos, en vez de prohibir y desinformar.
Lejos de ser un fetiche, el Chemsex se ha convertido en una práctica sexual que lleva el erotismo a otro nivel. Una práctica que incomoda, y que si bien merece un cuidado y responsabilidad especial, también nos sacude y nos abre la mente sobre las nuevas dinámicas sociales.